Polvo de estrellas (I)

Tengo la suerte de vivir en un ático de una pequeña ciudad de Murcia; casualmente, desde mi terraza disfruto de unas magníficas vistas de la huerta y de las montañas:  al sur la sierra del Valle y Carrascoy, el Parque Regional Sierra de la Pila al norte y alguna que otra más. Incluso puedo ver esconderse el sol por el oeste. Así que tengo una  panorámica de prácticamente 270 grados, lo que no está nada mal.

Algunas noches salgo fuera y observo las luces, no demasiado cercanas ni potentes, de los pueblos de alrededor. Y después alzo la vista al cielo. También se ven unas luces, aunque mucho más tenues y dispersas. Pero su belleza nada tiene que envidiar a la de las luces del suelo. Son, por supuesto, las estrellas.

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Ojalá ver esto desde mi casa.

Cuando miro las estrellas pienso… en muchas cosas. Me gusta reflexionar, por ejemplo, en qué son: esos puntitos de luz fría son soles lejanos, esferas gigantes de gas, principalmente hidrógeno y helio, que al quemarlos liberan energía en forma radiación electromagnética, la cual viaja a la velocidad de la luz, casi 300.000 kilómetros por segundo. La estrella más cercana es Próxima Centauri, y se encuentra a 4 años luz de distancia del Sol, esto quiere decir que la luz que observamos hoy de Próxima Centauri fue emitida por la estrella hace 4 años. Lo mismo pasa con Sirius, a 8,6 años luz, la estrella más brillante del cielo, que en realidad es un sistema de dos estrellas, Sirius A y Sirius B. Con telescopios muy avanzados incluso se puede ver la luz de las estrellas del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que se encuentran a 30.000 años luz de nosotros. O la de estrellas en galaxias a miles de millones de años luz, lo cual significa que, aquí en la Tierra, las observamos tal y como fueron hace esa difícilmente imaginable cantidad de tiempo. Los astrónomos suelen decir que mirar las estrellas es viajar al pasado, y están en lo cierto.

El Sol también es una estrella, una que está muy cerca (a 8 minutos luz de la Tierra), o lo que es mismo, 150 millones de kilómetros. Gracias a su energía la vida en este planeta ha sido posible durante la mayor parte de su existencia. Sin ella las plantas y otros organismos fotosintéticos no tendrían forma de producir las biomoléculas necesarias para crecer, sobrevivir y reproducirse, y, por ende, los que nos alimentamos de estos tampoco. La principal causa por la que se extinguieron los dinosaurios hace 65 millones de años, como consecuencia del impacto de un enorme meteorito en lo que ahora es México, fueron las inmensas cantidades de polvo que invadieron la atmósfera tras dicho impacto. El polvo formó una cubierta casi opaca que impidió durante años la llegada de luz solar al suelo, así las plantas fueron poco a poco muriendo, y con ellos los grandes animales herbívoros, y los carnívoros tras estos últimos. Algunos de estos animales fueron precisamente los dinosaurios. Por suerte, un grupo de pequeños mamíferos consiguió resistir a este desastre ecológico, convirtiéndose en los ancestros de todos los mamíferos, y claro está, de los humanos.

Durante la Guerra Fría, debido a las tensiones continuas entre los EE.UU. y la Unión Soviética, y a la incesante fabricación de armas nucleares, con una capacidad destructiva sin precedentes en la historia, existía cierta alarma por una hipotética guerra nuclear a gran escala, que muy posiblemente acabaría con la muerte cientos de millones de personas y la total destrucción de nuestra civilización. Se predijo que la detonación masiva de armas nucleares de gran calibre en un corto periodo de tiempo produciría una nube de polvo global, parecida a la que apareció hace 65 millones años, y con consecuencias similares para quienes sobreviviesen a las bombas y la radioactividad. Es lo que se conoce como invierno nuclear. Tras la rebaja de las tensiones y la firma de tratados de desarme el arsenal nuclear de los países ha descendido en cierta medida, aunque aún es suficiente para causar un holocausto nuclear. Y ahora, el brillante de Donald Trump dice que quiere aumentar el número de armas nucleares de EE.UU., porque «nunca vamos a estar rezagados en potencia nuclear». Corea del Norte, por otro lado, sigue provocando al mundo entero con ensayos de armas nucleares y lanzamientos de misiles balísticos con capacidad de transportarlas miles de kilómetros. Los dinosaurios no pudieron evitar su extinción, pero espero que nosotros sí.

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Volviendo a las estrellas, desde la década de los 90 sabemos que el Sol no es el único que tiene el privilegio de estar acompañado por planetas. Actualmente, se ha confirmado la existencia de 3.472 planetas extrasolares (y otros tantos candidatos por confirmar) o exoplanetas, algunos orbitando la misma estrella. La mayoría descubiertos son planetas muy masivos y gaseosos, como los del sistema solar exterior (Júpiter, Saturno…) y solo algunos pocos son lo que se conocen como “Earth-like planets” o planetas parecidos a la Tierra. Pero esto es debido en parte a que al que ser más pequeños su detección es más complicada. Y el reciente hallazgo de 7 planetas parecidos a la Tierra orbitando a una sola estrella, TRAPPIST-1 (a 40 años luz), da esperanzas de descubrir muchos más en el futuro. Los planetas de TRAPPIST-1 presentan tamaños, masas y densidades comparables con la Tierra, y por eso se cree que son de naturaleza rocosa y que además posean agua. Tres de ellos se encuentran en la zona habitable y es probable que el agua fluya en forma líquida por sus superficies, aunque aún no lo sabemos seguro. El agua es un componente esencial para vida tal y como la conocemos en la Tierra, así que quién sabe lo que esconde el sistema de TRAPPIST-1. Cada vez que contemplo el cielo nocturno pienso que, seguramente, en cada estrella que me fije, habrá uno, si no más planetas junto a ella, y suelo preguntarme si en alguno de ellos habrá vida. Y si la hay, si existen seres inteligentes que también alcen la vista al cielo y piensen en si son los habitantes del único planeta conocido que albergue vida, o si, por el contrario, hay alguien más ahí fuera, alguien como ellos, esperándoles.

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Algunas características de los planetas de TRAPPIST-1 , comparadas con las de planetas de sistema solar interior.

¿Alguna vez os habéis preguntado cómo se originaron los elementos de la tabla periódica? ¿Los átomos de oxígeno del agua, el carbono de la mina de un lápiz o de la glucosa que circula por nuestra sangre, el sodio de la sal de mesa o el neón de las luces? Intentaremos responder a esto en el próximo artículo.

Bibliografía

¿Cuántas armas nucleares existen en el mundo?

Donald Trump asegura que quiere «expandir» el arsenal nuclear de EEUU | Internacional Home | EL MUNDO

Observa la Vía Láctea – Quo

NASA Exoplanet Archive

Seven temperate terrestrial planets around the nearby ultracool dwarf star TRAPPIST-1 : Nature : Nature Research

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