Libre albedrío (I): el diálogo iónico

Este artículo y el próximo son la continuación de una idea que mencioné al final de “Azar y las leyes de la naturaleza”, y es la de que los humanos no gozamos de libre albedrío. “No hay espacio en la ciencia para el libre albedrío”, afirmé. Probablemente esta última frase no sea del todo cierta y veremos por qué. Para ello será necesario que la cosa se ponga un poco filosófica. Hay mucha gente a la que la filosofía le disgusta, la encuentran inútil, incluso algunos científicos creen que la filosofía “ha muerto”. Cierto es que ramas como la metafísica hace tiempo que ya no se sostienen por ningún lado, pero la filosofía aporta una perspectiva única de cómo ha cambiado la visión que tiene la humanidad del mundo, y de sí misma. Además, algunos autores pueden ayudar a, por ejemplo, desarrollar un sistema moral de valores, que pudiera de alguna manera ser universal, para ayudarnos a saber cómo debemos comportarnos con nosotros mismos y con los demás, aspecto en el que la ciencia no se ha esforzado demasiado en profundizar. Y no es porque no tenga nada que decir al respecto. Combinaremos ciencia y filosofía para hablar del libre albedrío desde diferentes perspectivas.

El libre albedrío es una doctrina filosófica que afirma que las personas son capaces de actuar por voluntad propia, típicamente usando para ello la razón, eligiendo entre varias opciones posibles e incluso creando otras nuevas. Las decisiones tomadas por alguien no estarían determinadas por ninguna ley natural, serían tomadas desde cero por ella misma. A primera vista, y teniendo en cuenta el anterior artículo, veo difícil que esto pueda ser así: formamos parte e interaccionamos con el resto de cosas que conforman nuestro Universo, estamos hechos de los mismos átomos que todo lo demás y no somos radicalmente distintos a otros animales a los que no otorgamos el poder del libre albedrío. Además, la neurociencia, una disciplina en auge en los últimos años, estudia los procesos que ocurren en el cerebro y las demás partes del sistema nervioso, y que llevan a generar una conducta. Se están haciendo grandes progresos en el estudio de los mecanismos que llevan a la toma de decisiones, la memoria y cómo esta se integra en dicha toma de decisiones… La labor llevada a cabo por esta ciencia es ardua y emocionante a partes iguales.

El cerebro humano es la estructura más compleja del Cosmos. Se estima que está compuesto por alrededor de 1011 neuronas (las unidades celulares que transmiten la información nerviosa). El número de estrellas en nuestra Galaxia se calcula que es del mismo orden de magnitud. Pero lo más asombroso es como estas neuronas están conectadas entre sí, se comunican por unas uniones denominadas sinapsis. Cada neurona es capaz de realizar unas 200.000. Sinapsis que por cierto no permanecen inalteradas durante toda la vida, sino que van modificándose con la edad o el aprendizaje; este proceso se denomina plasticidad neuronal. En las sinapsis es donde tiene lugar la liberación de las moléculas llamadas neurotransmisores, de la neurona previamente excitada o presináptica, a la postsináptica, excitándose esta y transmitiendo así la información. La excitación de una neurona puede ocurrir por estímulos externos, como es el caso de las células que en el ojo transforman la luz en impulsos nerviosos, o por la acción de otra neurona previamente excitada, sobre la célula presináptica. El impulso nervioso es de naturaleza eléctrica, pero no está formado por una corriente de electrones que se mueven rápidamente de neurona en neurona, como si estas fueran diminutos cables de cobre. En vez de eso, la corriente eléctrica es producida por flujos de iones, como el sodio, el potasio y el calcio que se mueven dentro y fuera de las células, gracias a canales de naturaleza proteica, que se encuentran en la superficie de toda la neurona. Su cierre y apertura se controla precisamente por la corriente eléctrica que provocan. Al llegar al final de la neurona, el impulso eléctrico produce la liberación del neurotransmisor  (por ejemplo la acetilcolina) que, al unirse a un tipo de canal de iones especial, hace que este se abra y comience el impulso nervioso en la siguiente célula, repitiéndose el proceso anterior.

neuronaAsí, las neuronas forman los llamados circuitos neuronales, cada uno con un tipo de información y función singulares: circuitos encargados de portar la información captada por los diversos órganos de los sentidos y llevarla hasta el cerebro, circuitos que intervienen en los movimientos corporales, y aquellos capaces de integrar distintos tipos de información. A una escala mayor de organización cerebral, existen distintas zonas del cerebro a las que se les atribuye una función determinada, unas más complejas que otras. Como, por ejemplo, aquellas atribuidas al control de la temperatura corporal, el sueño o el hambre; y otras dedicadas al procesamiento del lenguaje, a los razonamientos matemáticos, a la memoria o las emociones… en realidad a cualquier cosa que sea necesaria en nuestra supervivencia y que seamos capaces de hacer. Estas últimas funciones, más complejas, se denominan propiedades emergentes.

cerebro
Áreas y funciones del cerebro

Este pequeño resumen de cómo está organizado nuestro sistema nervioso sólo pretende hacer ver que no hay nada en él que este fuera del mundo físico. Que al contrario de como pensaba Descartes, no hay ningún lugar del cerebro en el que esté alojada el alma, ese supuesto ente inmaterial responsable de nuestros pensamientos y emociones. Una abrumadora cantidad de células en un incesante “diálogo iónico”, organizadas de la más extraordinaria de las formas, son las que nos hacen percibir el mundo, recordar, hablar, pensar, amar y escribir, y en ellas es también donde tomamos nuestras decisiones, influenciadas por el ambiente de muchas maneras distintas.

Es natural pensar que pueda existir el libre albedrío, más allá de las creencias filosóficas o religiosas establecidas, ya que no todo el mundo actúa de la misma manera ante las mismas circunstancias ni somos conscientes de todo lo que influencia nuestras decisiones. Pero no podemos atribuirnos un indeterminismo científico, el estar fuera de las leyes del Universo, simplemente porque nada de lo que sabemos nos lleva a esas conclusiones. El libre albedrío es una ilusión derivada de la incapacidad de predecir nuestras acciones, debido al gran número de variables que intervienen, y la compleja maquinaria que está detrás de ellas. Si no podemos ni con una moneda, vamos a poder con esto… Pero ciertamente es más bonito así; yo no querría leer un libro en el que estuviera escrita la historia de mi vida antes de que pasara nada de lo relatado. ¿Para qué una vida sin sorpresas, sin emoción y sin tomar tus propias decisiones?

Bibliografía

Friedrich Nietzsche: Filosofía: la crítica de la metafísica

​¿Cuántas neuronas tiene el cerebro humano?

¿Cuántas estrellas tiene la vía Láctea? – Batanga

Nelson (2009). Lehninger- Principios de Bioquímica. Editorial Omega, Barcelona

 

Deja un comentario