Las riendas de nuestro destino genético.

Los humanos anatómicamentemodernos, conocidos como Homo sapiens, procedemos todos de poblaciones que habitaron regiones de África oriental, cercanas al Valle del Rift. Pruebas genéticas de búsqueda del primer ADN mitocondrial humano y hallazgos paleontológicos hechos en esta región de África revelan que nuestro origen se remonta a unos 200.000 años atrás. Pero los humanos no surgimos de la noche a la mañana, sino que fuimos consecuencia de un proceso de evolución que duró millones de años; una historia más alucinante y llena de sorpresas que la de cualquier libro que se haya escrito.

La historia no acaba en África, la evolución es un proceso lento, pero continuo, y algo hemos cambiado desde entonces. Tras expandirse por el continente africano, hace 70.000 años Homo sapiens comenzó un viaje que le llevaría a la conquista del mundo entero. Durante el camino se encontró con otras especies humanas, parecidas a la nuestra, y se produjo cierta hibridación. Los humanos modernos no africanos poseen en su genoma fragmentos de ADN neandertal, aproximadamente entre un 1 y 2 %, debido a cruzamientos producidos primero en Oriente Medio y más tarde en Europa. En Asia, hubo cierta hibridación con los denisovanos; algunas características heredadas de los denisovanos han demostrado ser útiles para los humanos, como variantes genéticas que ayudan a los tibetanos a hacer frente a la altitud.

Pero además de eso, al ir colonizando nuevas tierras y produciéndose un aislamiento geográfico entre las poblaciones humanas, sumado al hecho de la gran diferencia de condiciones ambientales a las que se enfrentaban estas, existe también diversidad genética y fenotípica en los humanos de distintas zonas de la Tierra. Así, por ejemplo, el color de la piel más clara de las poblaciones que habitan en regiones alejadas del ecuador, donde se recibe menor radiación ultravioleta del Sol, es una adaptación que permite un mayor aprovechamiento de esta en la producción de vitamina D. Y una piel más oscura, como la de los africanos, es un mecanismo que impide a la luz solar destruir el folato o vitamina B9. Me gustaría destacar además que, con la invención de la ganadería y la domesticación de algunos animales, los humanos hemos sufrido cambios, uno muy interesante (y ciertamente útil) es la aparición de la tolerancia a lactosa, el azúcar de la leche, en los adultos. La tolerancia a la lactosa se produce porque los adultos continúan produciendo la enzima lactasa, que degrada la lactosa, lo que permite consumir leche más allá de la época de lactancia. En otros mamíferos, y en muchos grupos humanos la síntesis de lactasa se limita a dicho periodo de lactancia. Lo que tienen en común los grupos humanos tolerantes a la lactosa es que proceden de pueblos con pasado ganadero.

El auge de la civilización ha permitido a la humanidad desarrollar la tarea científica, lo que nos ha llevado a conocer, con mayor o menor limitación, los procesos que llevan a la evolución biológica, a la transmisión de la información genética y a conocer la estructura de la molécula que contiene esta información, el ADN (Watson y Crick, 1953). En los años 70 del siglo XX se empieza a desarrollar la ingeniería genética, que busca modificar artificialmente el genoma de los seres vivos, desde las bacterias y plantas, hasta por qué no, humanos y otros animales. Los logros de la ingeniería genética nos afectan directamente: los cultivos transgénicos, resistentes a temperaturas extremas o a plagas, proporcionan alimento a millones de personas, microorganismos modificados producen insulina y otras proteínas humanas para tratar multitud de enfermedades…

¿Y qué hay de la modificación genética en seres humanos? ¿Para qué podríamos utilizarla? ¿Qué tipos de cambios serían éticos y cuáles no? Pues bien, una de las posibilidades es la modificación genética utilizada para tratar enfermedades causadas por un defecto en un gen, como la hemofilia, la fibrosis quística o la distrofia muscular, también para tratar enfermedades que son afectadas por diversos genes, como los cánceres, además de por factores ambientales; incluso para combatir infecciones como la del VIH, el virus que produce el SIDA. Los cambios genéticos pueden hacerse en dos tipos de células, las somáticas y las germinales. Los cambios en las células somáticas, como las neuronas, los linfocitos o los hepatocitos, pretenden eliminar la enfermedad en el paciente. Sin embargo, si detectamos un individuo portador de una enfermedad genética y conseguimos eliminar de sus células germinales (óvulos y espermatozoides) el fallo, su descendencia ya no padecerá la enfermedad, ni se la transmitirá a sus hijos, ni estos a sus hijos… Podrían así eliminarse del “banco genético” humano, con el paso del tiempo, enfermedades que nos han acompañado durante generaciones. Ahora, con el descubrimiento y afinamiento de la técnica CRISPR/Cas9, la edición de genes es más fácil y barata que nunca.

La exploración humana del espacio es un terreno donde la ingeniería genética podría ayudar, por ejemplo, a los astronautas a superar problemas derivados de la estancia prolongada en microgravedad, como la pérdida de masa ósea y muscular, o sobrevivir en entornos planetarios muy adversos en comparación con la Tierra: la delgada atmósfera de Marte no filtra bien las peligrosas radiaciones procedentes del Sol, y si algún día los humanos llegamos allí nos veremos obligados a protegernos bajo tierra la mayor parte del tiempo. Humanos modificados con genes de la bacteria extremófila Deinococcus radiodurans, uno de los organismos más resistentes al estrés por radiación, debido a sus rápidos mecanismos de reparación del ADN, podrían descubrir los secretos del planeta rojo más fácilmente.

Como hemos visto, los humanos modernos hemos cambiado genéticamente, desde nuestros orígenes, por procesos meramente naturales, ya sea por selección natural, e incluso poseemos genes de otras especies humanas primitivas. Pero estos cambios fueron lentos y requieren la muerte de algunos individuos, los menos adaptados. Los retos a los que la humanidad se enfrenta actualmente no dan margen de acción para el tiempo o la muerte. La ciencia, como herramienta (que puede usarse tanto para el bien como el mal), nos lleva a tomar las riendas de nuestro destino genético, para vivir más y mejor, para descubrir el Cosmos y con ello a nosotros mismos. En parte, la naturaleza humana está en nuestros genes, pero también lo está en nuestra curiosidad, inteligencia y en la búsqueda de la felicidad, así que ¿por qué no intentarlo?

 

Fuentes:

Investigación y Ciencia

Artículo sobre la expansión del ser humano http://www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/numero/469/la-especie-ms-invasora-13551

Artículo acerca de la hibridación entre distintas especies humanas http://www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/numero/442/hbridos-humanos-11211

“El cuento del antepasado: Un viaje a los albores de la evolución”, de Richard Dawkins

Youtube

Estos dos vídeos han inspirado este artículo

https://www.youtube.com/watch?v=CtvIX4s1bTU

Explicación muy amena de los sistemas CRISPR/Cas por el DR. Francisco M. Mojica

 

 

Por Manuel Piñero Hernández,

12/02/2016

 

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